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La esposa del jefe de gobierno ha sido denunciada por un exempleado de pedir que lleven al supermercado los envases de las aguas minerales que se consumen en la residencia oficial, los cuales habían sido pagados con dinero público, y embolsarse el cambio que se cobra por los depósitos. La oficina del jefe de gobierno ya regresó mil dólares al erario, pero el acusador alega que los recursos obtenidos son por lo menos seis veces más. El fiscal general tiene que decidir si inicia una denuncia formal. Esto sucede en Israel, donde las élites no viven con la libertad ilimitada de México: hay un expresidente en la cárcel y un exprimer ministro declarado culpable por recibir sobornos por 161 dólares. En México da ternura imaginarse a la esposa de un político recolectando botellas para canjearlas por el depósito. Los negocios son de montos mayores. En general ni nos enteramos, pero cuando llegamos a saberlo, no suele pasar nada.
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