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El ¡zaaaaz! de las puertas advirtió a Carlos que ese viaje no sería como cualquier otro. Se había quedado dormido en la parte trasera de un Uber y dos portazos lo despertaron. Apenas se le espantó el sueño y se dio cuenta de que tenía una arma apuntándole a la cabeza. Dos sujetos habían abordado el vehículo para amenazarlo de muerte, o entregaba sus cosas o se jodía. Y el conductor seguía su rumbo, como si nada sucediera.
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