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Adolf Eichmann, el principal responsable del plan del gobierno nazi para aniquilar a los judíos del imperio alemán, se excusó ante el tribunal que le juzgó en Jersusalén diciendo que él solo obedecía órdenes. Durante el jucio, el teniente coronel de las SS se presentó como un buen funcionario que había tratado de llevar a cabo con la mayor eficiencia posible la tarea que se le había asignado. El cazanazis Simón Wiesenthal afirmó que gracias a Eichmann sabemos que “uno no tiene que ser un fanático, un sádico o un enfermo mental para asesinar a millones; basta con ser un seguidor leal deseoso de cumplir con su deber”.
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