``` `
Sentada frente a la puerta de la morgue, Bernardina Alvarado acuna a su nieta. Le da un jugo, le rasca la frente con su barbilla. Le dice, “no llores”. La niña se llama Dulce y tiene un año y siete meses. Parece cansada, como su abuela. Están tapadas con una manta de Winnie The Pooh. Junto a ellas hay una bolsa con pañales y un par de refrescos. “Entramos al baño”, recuerda, “eso nos hizo tener más tiempo. Nos retrasó”. Se refiere a lo que pasó el martes, a las explosiones. La niña llora y Bernardina dice que tiene miedo: “No le gusta que la gente se acerque”. Bernardina dice también que Dulce está lastimada. “Se le quemaron las pompis”.
...