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Cuatro agentes de la Policía Ministerial irrumpieron en una tienda de dulces en Guadalajara. Armados y entre amenazas, escogieron la mercancía que iban a incautar. Inútilmente, el dependiente, un joven veinteañero que alterna con su papá la atención en la dulcería familiar, mostró las facturas que acreditaban la legalidad de su mercancía. “¡Son chinas! ¡Nos las vamos a llevar y te vamos a llevar a ti!”, escuchó como respuesta de la agente Aurora Bustamante Pérez. Lo subieron al vehículo oficial y a una cuadra de la delegación de la PGR en Jalisco se detuvieron intempestivamente: “ya estamos llegando, ¿te metemos o nos arreglamos?”. El joven marcó a su padre, quien llegó de inmediato. Aurora Bustamante le pidió 600 mil pesos. Juntó 300 mil y le dio las dos camionetas de la familia en garantía de que cubriría el resto en una semana. El joven fue liberado. Los cuatro agentes se fueron con el botín. Era el 15 de mayo de este 2013. Lo que nadie sabía es que Aurora había muerto desde 1995.
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La muerta