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Cada vez que entro al baño siento que me mira fijamente. Es como si lo hiciera con ojos de reclamo, hasta de rencor. Yo me niego a verla, me siento culpable. Es simplemente una caja, pero está ahí y ha estado ahí desde hace varios meses, sin abrir, nuevecita. Y es que aunque se venció hace unos días, me niego a botarla. Simplemente olvidé que estaba allí. La había comprado en una promoción 2x1. Ni hablar de otras pastillas que hay debajo que usé una sola vez (Dios sabrá para qué dolencia) y también se vencieron. Quizás es un dilema que ustedes también han tenido: la difícil tarea de limpiar el botiquín casero de medicinas por pensar que en algún momento esas medicinas nos volverán a servir.
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