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Enrique Peña Nieto rompió su propio cinturón de seguridad. Comenzó a caminar entre las butacas y se acercó a la gente. Los duranguenses se desbordaron y lo menearon de un lado a otro... la desesperación apareció en su equipo de seguridad.
A unos metros, un grupo de jóvenes presumían en sus cabezas unas diademas con un pedazo de hule espuma que simulaban un copete; “los copetes llegaron, llegaron”, gritaban al paso del precandidato.