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Una interesante investigación acerca de la discriminación en nuestro país.
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En México existen mas de 20 etnias  las cuales se pueden considerar “nativas” pues encuentran una descendencia directa  que precede a la época prehispánica. Resulta difícil elaborar un registro preciso de las mezclas raciales derivadas de la conquista española, y a pesar de que podemos  ubicar una clara diferenciación entre los actuales pobladores de nuestro país que encuentran en su linaje ascendencia extranjera, por mucho que lastime o incomode, todos somos hijos del Maíz y de nativos tenemos un poco.

“Pata rajada, indio, nopalero, frijolero” entre otros  han sido los calificativos  merecidos para  las personas mexicanas que han logrado cruzar las fronteras  en busca de éxito y una oportunidad mejor, cabe mencionar que todos ellos tienen algo en común: el color de su piel. Incluso entre morenos nos auto discriminamos estableciendo diferencias mas precisas como la forma de la cabeza, los ojos rasgados o la inexplicable (pero comprendida por todos) cara de Oaxaco.

En mas de una ocasión he escuchado que una mujer tiene cara de “chacha” y por supuesto nunca ha sido rubia, alta o esbelta la merecedora de este calificativo, a la menor provocación utilizamos la pigmentación de la piel como la ofensa perfecta y el arma infalible de aquellos por los cuales nos sentimos amenazados. Mas allá de la discriminación y los malos tratos hemos idealizado como belleza  todo aquello que es opuesto a nuestra naturaleza, para muchos de  nosotros una güera es bonita, la esbeltez es sinónimo de salud y los ojos claros son señal de perfección.

Para muchos de nosotros los delincuentes tienen rasgos similares: ninguno se parece a Brad Pitt y si tiene ojos verdes, es un hecho que es drogadicto y le dicen “el gato”, generamos una especie de condecendencia hacia los blancos considerados absurdamente mas atractivos, esto por sencillo que parezca representa una gran problemática incluso a la hora de aplicar las leyes pues  hace tiempo en la Universidad de Oslo una investigación  evidencio que  los criminales bien parecidos tienen más probabilidades de obtener sentencias más ligeras incluso cuando el jurado sólo cuenta con una descripción escrita de su físico.

Los 500 estudiantes que participaron en la investigación pusieron en evidencia que, cuando los crímenes son cometidos por un hombre descrito como “guapo” o una mujer calificada de “bonita”, se emiten castigos mucho más suaves que cuando en la descripción del acusado se omite dicha palabra.

Habiendo explicado esto, les dejo el siguiente vídeo, nos permitirá darnos una idea de hacia donde nos dirigimos y que es lo que realmente estamos inculcando en nuestros hijos,   se que sin duda  mas de uno se sentirá identificado.