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Los mexicanos Patricio Cordero, Carlos Pérez, Rodrigo Esquinca y el venezolano Enrique Bencomo, tomaban un té en la calle en Thamel, una zona comercial y turística de Katmandú, de calles angostas y edificios viejos cuando sintieron una sacudida. Corrieron al centro de la calle y escucharon cómo atrás colapsaba una escuela. El piso temblaba, ellos corrían, los edificios caían uno tras otro. Querían salir de la zona, llegar a un lugar sin edificios altos, estar a salvo. No sabían qué habría adelante, pero el camino era desastroso: un templo caído, gente bajo los escombros, gritos, muertos, sobrevivientes tratando de ayudar a otros a salir, y la tierra que seguía temblando.
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