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Había unas mesas, una escalera, una cocina al aire libre y un par de duchas con suelo de cemento. A la entrada, cuatro banderas: la salvadoreña, la hondureña, la guatemalteca y la de Nicaragua. Tenía unas oficinas para que los visitantes hicieran una llamada a sus familiares para decir "estoy bien". Así era el centro de asistencia para inmigrantes de la organización FM4 Paso Libre en Guadalajara, una de las ciudades más importantes del país y uno de los pocos resquicios de paz para los centroamericanos que cruzan México a pie pese a los sobornos, amenazas, secuestros y extorsiones a los que son expuestos. Ha cerrado hoy. ¿La razón? La espiral de violencia en Jalisco. “No somos los únicos afectados”, subraya un portavoz por teléfono.
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