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Que se sepa, la última vez que Marilyn Monroe interactuó con otra persona corría el verano de 1962 y el icono del siglo XX en ciernes andaba rodando Something's gotta give con George Cukor. Luego vendría el suicidio, el mito y el monopolio del concepto glamour en las mentes del mundo entero. Y ahí, entre casas de subastas y coleccionistas y la encandilada memoria colectiva, quedó la cosa.