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Tenemos perfectamente asumido que el trabajo duro y la responsabilidad añadida debe estar bien remunerados. Y, en consecuencia, si debemos establecer el salario de un alto ejecutivo, los guarismos del mismo deberán ser elevados. El problema, sin embargo, es que la diferencia de salario entre un ejecutivo y un trabajador medio no deja de crecer en favor del ejecutivo, como si éste tuviera cada vez más valor. En la década de 1970, por ejemplo, los directores ejecutivos estadounidenses cobraban alrededor de 25 veces más que un trabajador medio de la misma empresa. En la década de 1980, la diferencia se incrementó hasta 40 veces. En 1996, por ejemplo, la diferencia ya era de 210 a 1. Y en el año 2000, los directores ejecutivos empezaron a cobrar, de media, 500 veces más que los trabajadores.
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