``` `
Cada vez que un cliente abría la puerta de vidrio del salón en Ridgewood, Queens, donde Nancy Otavalo trabajaba, un alegre coro resonaba de todas las manicuristas: “¡Elige un color!” Otavalo, una inmigrante ecuatoriana de 39 años, casi siempre estaba sentada en la primera mesa. Mientras cortaba y pulía uñas, hablaba de su bebé, que ya empezaba a andar, o de su robusto hijo de nueve años. Pero nunca mencionaba al otro bebé que había soñado tener, el que perdió el año pasado a causa de un aborto espontáneo que comenzó cuando estaba dando un masaje de hombros a una clienta. En la segunda mesa estaba Monica A. Rocano, de 30 años, quien algunas veces traía de visita a su hija, pero los clientes nunca conocieron a su hijo de tres años, Matthew Ramon. La gente piensa que Matthew es tímido, pero la verdad es que a duras penas ha logrado aprender a hablar y caminar.
...