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Hace unos días estuve en un hospital, no por nada grave, que grave es estar en un cementerio; pero pasar unas noches en un hospi… aunque sea de acompañante, es toda una vivencia, una aventura. Tú llegas el primer día y a media mañana vas a una máquina a coger algo… y entonces uno que está allí en pijama te dice que no, que no le eches nada, que no funciona. Y descubres que lo sabe no porque sea de Siemens o Telefons Conecction, sino porque lleva más de mes y medio en semi-libertad y aún no saben lo que tiene. Y tú, pues que no echas las monedas pero él te da la solución: «Vete a la cuarta planta y según sales, a la derecha, hay otra máquina, pero no le eches un euro, sino todas de 20 y una de 10, que a veces se las traga». Joé, qué estratega el tío. Y entonces bajas a la cuarta planta y de repente oyes a una enfermera que dice que no se hable tan alto, que hay gente que está mal. Yo lo sé, porque estamos en un hospital, pero a lo mejor los otros… en fin, que metes todas las monedas de 20 y la de 10 y… en efecto, sacas una cosa de chocolate; y ya que estás vas a quitar un café y… pues te da un no sé qué a que la máquina falle que no te atreves, oye, o encuentras al mismo tipo para que te aconseje… o nada, y eso, nada, sin café. Y así vas pasando el día; maquinita tras maquinita, ascensor para arriba, descensor para abajo; uno que te cuenta que sufrió una cardiopatía, otro que tiene un virus, otro que saldrá mañana, otro cree que de esta no saldrá y todos a coro que sí que sale que cómo no va a salir… y así la vida diaria en un hospital parece normal; pero no lo es, ¡¡¡ que va !!!, y sobre todo a media noche. Estás en la habitación, decides salir a fuera para fumar un cigarrillo y es llegar a la planta baja abrirse las puertas y… ¡¡¡ Diossssss !!!, ni que estuvieras en una película de zombis. Un susto, pero un susto… vas a salir y te encuentras de frente, pero cuando digo de frente es casi a un milímetro, a uno con un ojo vendado, otro con un brazo escayolado, otro con una especie de bastón de peregrino llevando un gotero… y ya decides no salir, no vaya a ser que lo hagas y los tires a todos como si fueran bolos y dices que no, que no sales, que subes. Entonces comentas que vas a la planta décima y todos dicen que también, que también van a la planta décima, y claro, ya te empieza mosquear porque ya es casualidad que todos, justo todos vayamos a la décima, siendo ya casi las doce de la noche y casi vacío el hospital. Y, por eso de que existen las matemáticas, haces un cálculo inmediato que no falla: 10 plantas a 3 segundos por planta… 30 segundos. Treinta segundos a paliza por barba de los tres colegas que van contigo en el ascensor le sale a cada uno 10 segundos, que parece que no es nada, pero como el primero que la tome contigo sea el que lleva el palitroque ese de hierro en el que va el gotero… Y vas subiendo con ellos, mirándolos de reojo, esperando que de un momento a otro se abalancen sobre ti cuando el ascensor parece que hace así como un suave descenso, como un botecillo, se para, se abre la puerta y… ¡¡¡ buah !!!, una humanidad… El que está peor quiere ayudar al que está mejor. Justo al revés de lo que pasa fuera del hospital. El del gotero, precisamente el del gotero, que ya no sabes bien si la barra esa es para la bolsita o es para que se agarre el tío es el primero que dice que salgan otros y que tengan cuidado; el uniojo le comenta al del gotero que cuidado con las ruedas, que a veces se atascan con los hierros del suelo del ascensor; y el del brazo escayolado (que justo el botón para que no se cierre la puerta le queda del brazo enyesado) hace una especie de contorsión para darle con la mano izquierda y y… es que me emociono. Descubres que además del brazo lo han operado de riñón, ¡¡¡¡ sí, sí, de riñónnnnnn, joé !!!!, ¡¡¡¡ de riñónnnnn !!! y no le importó jugarse la vida haciendo el giro ese por el resto, por nosotros, por todos, incluso por mí, que estoy bien, pero que empiezo a sentirme mal, fatal, tanto que te dan ganas de llorar por haber pensado tan mal de mis acompañantes, sentirte unidos a ellos y pegarte un cabezazo a ver si se te rompe la crisma y te la vendan para hacer piña con ellos; sí, con ellos ,joé, e ir por esos pasillos de Dios a lo que sea. Incluso a la maquinita y decirles emocionado que no, que no echen nunca, pero nunca nuna un euro, sino moneditas de 20 y una de 10, que la maquinita se, se… joé, es que no me pasa, no me pasa, ¡¡¡¡¡ que se las tragaaaaaaaaa !!!!!
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Hace unos días estuve en un hospital, no por nada grave, que grave es estar en un cementerio; pero pasar unas noches en un hospi… aunque sea de acompañante, es toda una vivencia, una aventura.

Tú llegas el primer día y a media mañana vas a una máquina a coger algo… y entonces uno que está allí en pijama te dice que no, que no le eches nada, que no funciona. Y  descubres que lo sabe no porque sea de Siemens o Telefons Conecction, sino porque lleva más de mes y medio en semi-libertad y aún no saben lo que tiene. Y tú, pues que no echas las monedas pero él te da la solución: «Vete a la cuarta planta y según sales, a la derecha, hay otra máquina, pero no le eches un euro, sino todas de 20 y una de 10, que a veces se las traga». Joé, qué estratega el tío.

Y entonces bajas a la cuarta planta y de repente oyes a una enfermera que dice que no se hable tan alto, que hay gente que está mal. Yo lo sé, porque estamos en un hospital, pero a lo mejor los otros… en fin, que metes todas las monedas de 20 y la de 10 y… en efecto, sacas una cosa de chocolate; y ya que estás vas a quitar un café y… pues te da un no sé qué a que la máquina falle que no te atreves, oye, o encuentras al mismo tipo para que te aconseje… o nada, y eso, nada, sin café.

Y así vas pasando el día; maquinita tras maquinita, ascensor para arriba, descensor para abajo; uno que te cuenta que sufrió una cardiopatía, otro que tiene un virus, otro que saldrá mañana, otro cree que de esta no saldrá y todos a coro que sí que sale que cómo no va a salir… y así la vida diaria en un hospital parece normal; pero no lo es, ¡¡¡ que va !!!, y sobre todo a media noche.

Estás en la habitación, decides salir a fuera para fumar un cigarrillo y es llegar a la planta baja abrirse  las puertas y… ¡¡¡ Diossssss !!!, ni que estuvieras en una película de zombis. Un susto, pero un susto… vas a salir y te encuentras de frente, pero cuando digo de frente es casi a un milímetro, a uno con un ojo vendado, otro con un brazo escayolado, otro con una especie de bastón de peregrino llevando un gotero… y ya decides no salir, no vaya a ser que lo hagas y los tires a todos como si fueran bolos y dices que no, que no sales, que subes.

Entonces comentas que vas a la décima planta  y todos dicen que también, que también van a la planta décima, y claro, ya te empieza mosquear porque ya es casualidad que todos, justo todos vayamos a la décima, siendo ya casi las doce de la noche y casi vacío el hospital.

Y, por eso de que existen las matemáticas, haces un cálculo inmediato que no falla: 10 plantas a 3 segundos por planta… 30 segundos. Treinta segundos a paliza por barba de los tres colegas que van contigo en el ascensor le sale a cada uno 10 segundos, que parece que no es nada, pero como el primero que la tome contigo sea el que lleva el palitroque ese de hierro en el que va el gotero…

Y vas subiendo con ellos, mirándolos de reojo, esperando que de un momento a otro se abalancen sobre ti cuando el ascensor parece que hace así como un suave descenso, como un botecillo, se para, se abre la puerta y… ¡¡¡ buah  !!!, una humanidad…

El que está peor quiere ayudar al que está mejor. Justo al revés de lo que pasa fuera del hospital. El del gotero, precisamente el del gotero, que ya no sabes bien si la barra esa es para la bolsita o es para que se agarre el tío es el primero que dice que salgan otros y que tengan cuidado; el  uniojo le comenta al del gotero que cuidado con las ruedas, que a veces se atascan con los hierros del suelo del ascensor; y el del brazo escayolado (que justo el botón para que no se cierre la puerta le queda del brazo enyesado) hace una especie de contorsión para darle con la mano izquierda y y… es que me emociono.

Descubres que además del brazo lo han operado de riñón, ¡¡¡¡ sí, sí, de riñónnnnnn, joééééé !!!!, ¡¡¡¡ de riñónnnnn !!! y no le importó jugarse la vida haciendo el giro ese por el resto, por nosotros, por todos, incluso por mí, que estoy bien, pero que empiezo a sentirme mal, fatal, tanto que te dan ganas de llorar por haber pensado tan mal de mis  acompañantes.

Y entonces quieres sentirte unidos a ellos y pegarte un cabezazo a ver si se te rompe la crisma y te la vendan para hacer piña con ellos; sí, con ellos, joé, e ir por esos pasillos de Dios a lo que sea. Incluso a la maquinita y decir emocionado al que te encuentres que no, que no eche nunca, pero nunca nunca un euro, sino moneditas de 20 y una de 10, que la maquinita se, se… joé, es que no me pasa, no me pasa esta emoción, ¡¡¡¡¡ que se las tragaaaaaaaaa !!!!!