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El Papa Francisco sorprendió ayer con una confesión. Relató en una audiencia a los párrocos de Roma que una vez robó del ataúd donde reposaba un amigo sacerdote argentino la cruz del rosario que estrechaba entre sus manos y que desde entonces la lleva siempre consigo. En una audiencia a los párrocos de su diócesis, ya que el Papa es obispo de Roma, Francisco destacó la importancia de la “misericordia” entre los sacerdotes. Para ello contó la historia del padre Aristide, un anciano sacerdote de la parroquia del Santísimo Sacramento de Buenos Aires, quien era muy conocido por ser un gran confesor y que incluso fue mandado para confesar a Juan Pablo II durante su visita a Argentina.
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