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El supuesto penacho de Moctezuma está bien allá en Viena. Es el hombre más despreciable en la historia de México, al parecer muerto por su gente a pedradas cuando trató de evitar la rebelión contra los españoles que lo habían hecho prisionero en su propio palacio. El relato es asombroso: Hernán Cortés y un puñado de españoles, “que no llegábamos a cuatrocientos”, dice Bernal Díaz del Castillo, penetran sin obstáculo hasta el corazón mismo del imperio famoso por la bravura de sus guerreros. Están en las entrañas del monstruo, y están solos, en medio de un lago. Con una soledad hoy no imaginable, peor que la de humanos en Marte
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