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A unos metros de distancia, con las manos puestas sobre el manubrio de una motocicleta Z1, observa cómo su cómplice despoja de sus pertenencias a una joven. El “trabajo” está casi hecho. Sólo es cuestión de esperar a que se suba, soltar el embrague y acelerar a toda velocidad para escapar. Pero algo sale mal. Una patrulla de la policía capitalina que circula por el lugar se interpone en medio de los dos. En cuanto la chica ve a los uniformados, grita: “¡Los de esa moto me acaban de robar!”.
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