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Leticia Hidalgo se embarra la cara con bloqueador solar y camina con paso firme en un desolado predio de tupida maleza en el norte de México. Tiene 57 años y busca a su hijo desaparecido, Roy, utilizando un dron en lo que sospecha fue un "lugar de exterminio". De frente amplia y grandes ojos cafés, Hidalgo ha ido perfeccionando sus estrategias de rastreo ante la dolorosa falta de respuestas del Estado mexicano, superado por una escalada de violencia que ha causado más de 60,000 desaparecidos, la mayor parte de ellos entre 2006 y ahora.
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