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Ahora que lo pienso soy un tipo con suerte. La talidomida cuando yo nací, en 1957, era un fármaco que acababa de ser comercializado en España y mi madre hubiera podido tomarlo para aliviar las náuseas del embarazo. Ignoro por qué no lo hizo. Quizá porque entonces las medicinas no entraban en el seguro o porque no tuvo demasiadas vómitos y no pidió un remedio a su médico o simplemente por suerte. Otros, por desgracia, no tuvieron tanta.
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Las lecciones de la talidomida