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Si alguien cree que la renuncia de Luis Videgaray a la Secretaría de Hacienda fue un golpe de timón del presidente Enrique Peña Nieto para recomponer el rumbo de su gobierno, utilizando como pretexto la controvertida visita de Donald Trump a México, tiene que releer los discursos del miércoles. Peña Nieto nunca explicó las razones por las que renunció su poderoso colaborador, a quien despidió con una cara triste y rociado de elogios. Horas después, en Zacatecas, dijo que “las decisiones en el orden político a veces están sujetas a enorme polémica, pero me sostengo en lo que siempre he dicho: sólo las he tomado pensando en México y el futuro que tendrá”. Traducción: la invitación a Trump, como sostienen los dos, no fue un error, sino una necesidad estratégica, y la salida de Videgaray tampoco fue consecuencia de una falla, sino para darle espacio al presidente para remontar la desaprobación a su acción y revertir la paliza mediática que le estaban dando. Llevarse los negativos él, fue el sacrificio de Videgaray. Tendrá éxito, no se sabe.