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Se dice que no hay delito a perseguir; que los sindicatos son autónomos, que si la ley no gusta, pues que se cambie. Gracias a razonamientos semejantes, la compra de conciencias (mediante Hummers y otras bagatelas), la manipulación del patrimonio de los trabajadores, formado por las aportaciones OBLIGATORIAS que éstos entregan a la organización que debe representarlos y defenderlos, escapa a toda verdadera legalidad democrática, a la más mínima fiscalización y transparencia... El sindicalismo en Mexico es una verdadera pesadilla...