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Prever desarrollos geopolíticos futuros es un deporte de alto riesgo. Con el mercurial Donald Trump instalado al mando de la principal potencia del mundo, la tarea se convierte en algo casi más parecido a prácticas adivinatorias del mundo antiguo que a un ejercicio de ciencias políticas modernas. Aun así, es posible trazar un arco de reflexiones sobre quién gana y quién pierde en el atlas geopolítico con el advenimiento de este populista extremo a la Casa Blanca. El resultado es un mosaico lleno de espejismos, con aparentes victorias que tienen mucho peligro de convertirse en derrotas, y al revés.
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