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Mientras subo por el elevador pienso en las preguntas que haré y en cómo estará vestida. El estereotipo en mi cabeza me pone nerviosa: zapatillas altas, piernas torneadas, ropa ceñida y pestañas postizas.
Llego a su piso y entro al departamento ubicado en el Poniente de la ciudad, y sí, es rubia como me la imaginaba. Teñida o natural el glamour que proyecta es inmediato. Quería ser modelo porque siempre he confiado en mi físico, me cuenta mientras cruza la pierna y mira el antifaz que más tarde usará para la sesión de fotos que le haré.