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Por hacer un cálculo redondo: si en todo México hay unos 30 millones de hogares y el gasto medio al mes por el consumo de agua son 150 pesos (8 dólares), salen unos 4.500 millones de pesos, unos 239 millones de dólares al mes en botellas. Ese fue el resultado de un par de encuestas efectuadas por la UNAM hace dos años para el INEGI y la Comisión Nacional del Agua (Conagua). Es un buen desembolso y un gran negocio. La primera lección que recibe el visitante que llega a la Ciudad de México, una inmensa mole de nueve millones de habitantes, es que no se puede beber el agua que sale de la llave. Dos soluciones ofrecen a cambio: agua embotellada o instalar un filtro en la cocina. Hay decenas de páginas web que ofrecen filtros variados. Sin embargo, sorprende la opinión de algunos expertos consultados: “El agua de más de la mitad de la ciudad tiene características potables”, esto es, sus condiciones químicas y organolépticas permiten un consumo sin miedo, dice el director del Centro Regional de Seguridad Hídrica, organismo amparado por la Unesco, Fernando González Villareal. Insiste: “Hay muchas colonias en esta ciudad donde la presión del agua es continua”.
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