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Los conductores viven con sus autobuses en el campo de fútbol de la Normal Rural de Ayotzinapa. Duermen en los compartimientos destinados hasta hace poco sólo al equipaje de pasajeros y secan su ropa en los parabrisas. La atención en los dos últimos meses se ha centrado en la desaparición de 43 estudiantes de la normal, ubicada en la municipalidad de Tixtla, y pocos han prestado atención a una treintena de conductores de autobús que aseguran permanecer retenidos por activistas de la escuela que los obligan a trabajar como choferes para quienes tomaron a la fuerza sus vehículos: los mismos alumnos. "Nos tratan mal, nos gritan y nos intimidan y nos obligan a estar a su disposición para manejar donde ellos deciden", explica otro conductor retenido hace tres semanas. "No puedo ir a ver a mi familia. Somos víctimas de una situación que no hemos provocado".